El otro día llamé a un buen amigo mío de la infancia ya que fue (sí, fue) su cumpleaños, hablamos durante 3 horas por teléfono y a la hora de irme a dormir pensé y se me escapó alguna lagrimita... no cuido las personas que realmente quiero.
Nos vemos dos veces al año como mucho ya que vivimos a unos 80km de distancia (ahora unos 500 más) y la verdad es que cuando nos juntamos no es que hagamos una fiesta y sea todo súper idílico, pero es como si fuera ayer cuando nos despedimos y no el verano anterior.
Creo que son de las pocas personas de mi vida que quiero con el corazón. De esas personas que deseo lo mejor para ellos porque su felicidad es mi felicidad. En serio.
Nos conocemos de toda la vida, creo que desde los 3 años. Él es menor, tiene un año menos y eso me hace ser más responsable con él y aconsejarle siempre lo que creo que es correcto.
Si no me conoces, debo decirte que soy muy estricta y chapada a la antigua en algunas cosas. Heredado de mi padre...
Somos, en el aspecto de vivir la vida, como el día y la noche, pero a la hora de decir las cosas claras y tomar decisiones importantes tiene la cabeza bien amueblada, sólo que de momento prefiere usar aveces los de Ikea.
La pena y desgracia mía es que cuido muy poco de estas personas, y eso me apena cuando pienso en ellos. Sé que él es igual, en este caso, pero me gustaría poder dedicarle 5 minutos cada día para no perder tan de repente la relación. Muchas veces me olvido completamente de su existencia.
Haz algo para remediarlo! Dirás, pero mi naturaleza me lo impide. Soy así y hay que respetarlo.
Sí, mi vida en una constante incongruencia.
Llevo dos días animada, y es que desde que le llamé ya no quiero seguir pensando tan negativamente. Necesito que pasen estas cosas para darme cuenta de lo que tengo. Eso no es bueno del todo pero me gusta.
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